Maria Cosmes. Relaciones
     

 

En el segundo grupo de performances, Relaciones, juega más con el aspecto cultural de las relaciones. Aquí se introduce directamente a los asistentes dentro de la performance, creando un espacio de excepción, diferenciado y único. Este grupo de trabajos constituye uno de los núcleos centrales y el leitmotiv fundamental de la obra de Maria Cosmes, abordados desde una multiplicidad de ángulos, tanto con respecto a las relaciones interpersonales como en lo relativo a sus consecuencias. Hay relaciones con grupos, más anónimas, pero también persona a persona. Se aprecia en ellas el riesgo, la violencia, el miedo, la desconfianza, pero también la suavidad y la dulzura, la amabilidad, componentes todos ellos inherentes a las relaciones humanas.

Mary Douglas, hablando del cuerpo, dice: “«Registro de dignidad» podría ser una buena manera de designar la distancia del cuerpo real como expresión de respeto. La gama entre el respeto y la intimidad proyecta un indicador espacial de uso social. De manera similar, los lingüistas han observado que en el lenguaje, la distancia que se tome de las funciones corporales y de las partes del cuerpo proyecta respeto o carencia de respeto. El indicador de la distancia puede aportar información compleja, no sólo sobre un valor único por el respeto, sino también sobre relaciones altamente diferenciadas […]”.

Y añade: “Toda conducta comunicativa despliega una amplia estructura analógica y en mayor o menor medida siempre entra en juego el cuerpo. El patrón del respeto basado en la distancia es sólo una dimensión. Teóricamente, la cantidad de modelos es infinita. […] Las diferencias sistemáticamente graduadas a la vestimenta, a las comidas y al habla corresponden a diferencias sistemáticamente graduadas en las relaciones sociales 5

En Miedos explora el temor en las relaciones, propios o ajenos, racionales o irracionales, no tanto relacionados con la violencia de los actos como con el trato con desconocidos.

En El miedo del loco a la casca (2001) o Busto (cosas por las que nunca pedí perdón) (2003), se ofrece al público para que con un bisturí corten el vestido que lleva puesto: se expone en su máxima vulnerabilidad, pero -y esto es lo fundamental en dichas acciones- ha previsto la posibilidad de que se pueda remediar el daño en caso de que se produzca; este concepto de “reparación”, junto con el de “ofrecimiento” o “don”, son otras de las aportaciones importantes del trabajo de Maria Cosmes. En Un trago (2001) también se establece una relación que puede dañarla, al beber vino en las copas rotas que los asistentes van llenando. En Miedo (2005), esa relación de “confianza” se establece a través de los alimentos que ofrece a los participantes, que deben comerlos sin saber lo que aquella “desconocida“ les ofrece; miedo que se transmuta en sorpresa al reconocer el sabor; sorpresa que en algunos casos se ve incrementada al saber lo que han comido, ya que muchos de los participantes, influidos sin duda por el temor, han sido incapaces de identificar lo que han ingerido.

En Comunidades esa relación con los otros se realiza a través de objetos que se convierten en agentes mediadores de la acción que, partiendo de los participantes, son elaborados por la performer y devueltos en una forma diferente. Aquí, los conceptos de impureza y peligro en ese contacto con extraños juegan un papel fundamental, desarrollando otro de los aspectos importantes en su trabajo: el de la confianza, al colocarse en situaciones culturalmente incómodas o reduciendo la distancia interpersonal que define nuestra cultura, evitando por otra parte recrearse en cualquier actitud morbosa.

En Comunidad (2004) representa el ritual de la comunión católica. La utilización de objetos consagrados no obedece un ningún caso a una intención profanadora sino a que son parte de los “materiales culturales” que forman parte de nuestro acervo particular. De esta manera se remarca de manera más contundente el hecho de que todas las relaciones humanas están traspasadas siempre por la economía, removiendo así conceptos básicos de la estructura social y cultural del mundo en el que vivimos. En (x-a, y-b, z-c) (2003) recoge los deseos y pensamientos que los participantes han escrito en pequeños papeles, que va pegando sobre su pecho. Una vez recogidos, los mastica para regurgitarlos en forma de pasta de papel hecha con su propia saliva y crea una esfera, un globo terráqueo que coloca sobre un soporte y que representa un mundo hecho de una suma de esperanzas colectivas.

´Liens (2001-2002) es una serie muy compleja que desarrolló en siete partes a lo largo de dos años en diferentes lugares. En ella crea situación que obliga a la gente a moverse de manera acompasada y armónica, a colaborar para no sufrir daño con las sogas que les mantienen atados por el cuello frente a un factor de azar que es la propia performer, que se mueve entre las cuerdas. Esta larga serie de trabajos habla sobre todo de las relaciones y los lazos (en francés, liens) con los otros (en inglés aliens). El título proviene de la síntesis de ambos términos, para remarcar la infinita complejidad y ambigüedad de las relaciones humanas.

'Liens es un proceso artístico y personal de búsqueda e investigación de nuevos modelos de relación entre personas, en el cual la realimentación del público participante condiciona el desarrollo de cada una de las partes. La narración que hace Maria Cosmes de todo el proceso y de su inesperado final es un ejemplo muy claro de su método creativo al mostrar la interrelación que existe entre imagen, realización, reflexión, realimentación y escritura, terreno que está desarrollando en la actualidad.

En Niños perdidos (serie ‘liens) (2003) es la gente quien debe deducir igualmente la necesidad de colaborar para liberar a la performer de las sogas que le acogotan la cabeza, y en la que finalmente los participantes quedan físicamente ligados a ella con los cabos opuestos de las sogas anudados a su corazón.

Mientras cosíamos refleja muy bien la violencia soterrada que hay detrás de toda relación, siendo sin embargo una obra de una delicadeza extrema.

Al incluir los guantes como elemento central en estas performances, introduce un concepto de una fuerza extraordinaria, la representación física de la mano: elemento de humanización, de relación (visible por ejemplo, en el hecho de darse la mano o de cogerse de las manos), más cercano pero, a la vez, dotado de una ambigüedad tanto o más fuerte que las cuerdas que anteriormente utilizaba. Las manos son las herramientas humanas por excelencia, que permiten el ser humano crear, pero también son instrumentos de defensa o agresión.

El paso de las cuerdas a los guantes equivale a la transición de unas relaciones abstractas a unas más concretas, físicas, a escala humana. Es, pues, un acercamiento diferente a este complejo mundo, más sensorial, en el cual los asistentes pueden tocarse, yendo un paso más allá de la representación de las relaciones al obligar a los participantes a un contacto directo, que en nuestra sociedad no siempre es cómodo.

Pero no sólo hay un componente relacional en los guantes. Son contenedores y a la vez protectores, aíslan el contacto directo de la piel; están construidos por el hombre y remarcan nuestra forma. Así se introduce una humanización, una personalización, sin abandonar la infinidad de las evocaciones posibles, conceptual y plásticamente. Los guantes, además de elementos de unión, constituyen un factor de separación.

En su performance Mientras cosíamos (2006-2007), forma un círculo con seis voluntarios y les pone unos guantes de goma de cocina de color rosa. Poco a poco va cosiendo los guantes entre todos ellos, incluida los suyos, ya que también forma parte de la acción. Con los hilos y los guantes teje una compleja trama de las uniones y relaciones posibles entre las personas. Finalmente acaba ligando con hilos los guantes a las sillas, mientras los participantes se van retirando. De este modo, al final de la performance queda una estructura formada por los guantes entrelazados a la altura de las manos de los participantes, llenando el vacío que han dejado y que permanece todavía después de acabar la acción.

En Sin título (2006-2007), performance que debe entenderse como continuación o complemento de la anterior, los hilos para unir a los participantes con los guantes son sustituidos por largos clavos, en la cual se dispone a los participantes en posiciones más o menos incómodas, clavados a la pared, formando una cadena humana a la que ella se suma al final con su propio guante, quedando unidos todos ellos. Es una unión de una apariencia violenta, pero muy delicada en su ejecución. La acción acaba cuando los participantes salen finalmente por su propia voluntad de los guantes. Aquí aparece de nuevo un elemento de azar: si salen con brusquedad, arrancan los guantes de la pared, si se los sacan con cuidado, permanecen clavados a guisa de instalación, trazando una línea de puntos imaginaria que marca el recorrido de unión entre todos ellos.

Aparece aquí un nuevo elemento, que va más allá de la creación de un espacio efímero mientras sus acciones tienen lugar, para crear un espacio físico duradero como resultado de la acción, una metáfora física tangible del proceso conceptual de la realización de la performance, que da a la acción una segunda vida permanente en el tiempo, más allá de la memoria de los participantes. No se trata, sin embargo, de restos de acción, sino de obras independientes, derivadas del tiempo y del espacio paralelos que crea la performance.

En esta acción, como en gran parte de su trabajo, Maria Cosmes pone de relieve la violencia que hay detrás de toda relación: la que comporta el hecho de acercarse a los otros y la que presupone permitir que estos se acerquen. Violencia sorda, contenida, no verbalizada ni explicitada, que ella trata, sin embargo, con un cuidado exquisito. Muchos de los elementos en sus acciones son aparentemente violentos, pero detrás de ese aspecto se encuentra siempre la voluntad de cuidar a los participantes.

La serie de performances con guantes tuvo una segunda vida cuando las adaptó para realizar actividades educativas para niños, consiguiendo siempre unos resultados muy interesantes, especialmente con respecto a la reflexión por parte de los niños del concepto de relación y vida en común a través del juego.

Mientras que las performance anteriormente citadas involucran generalmente a varias personas, las que agrupo en Entre dos están planteadas para ser realizadas por la performer y una persona voluntaria, estableciéndose una relación de intimidad adicional que refuerza, en ocasiones, la incomodidad y violencia que culturalmente nos provoca el trato cara a cara con desconocidos.

Entre dos (2007), una performance de cariz intimista, pensada para ser realizada por Maria y un voluntario de sexo masculino, crea una situación cotidiana entre ambos participantes, una cita, un encuentro, una relación no se sabe si corta o larga, si empieza o no… Mientras se produce el encuentro, se van pegando unas uñas postizas, con la ayuda del compañero y se produce la narración de una historia que es inaccesible para los asistentes, hasta que quedan unidas sus uñas rojas por hilos rojos. La imagen de sus manos unidas por esos sutiles hilos de color moviéndose poco a poco genera una imagen de una carga sexual intensamente ambigua.

La despedida es una ruptura, en esta ocasión amistosa. Encontramos nuevamente temas recurrentes, relaciones, acercamiento y alejamiento, aquella violencia de la cual hablaba antes. El acto de cortar las uñas es un acto corriente, pero en este contexto se convierte en algo violento. Lo que se ha unido al inicio, se corta y se invierte después, con una cierta impudicia, al invadir la intimidad del otro cuando le corta uñas, acto banal pero ciertamente muy privado. Al final, solo quedan sobre la mesa los trozos de uña de ambos unidos por los hilos rojos, los restos de aquella relación.

Otro aspecto a destacar es la doble lectura, formal y conceptual, de la disposición física de las personas y de los elementos en esta performance: Maria y su colaborador sentados a ambos lados de una mesa mientras el resto de la audiencia está más alejada. Un vídeoproyector conectado a un cámara junto a la mesa permite ver en detalle el sutil juego entre ambas personas, que se desdoblan para el público en dos imágenes: su relación de intimidad a tamaño real desde la lejanía y el detalle ampliado de sus manos sobre la mesa. A pesar de ello, saben que en ningún caso están captando realmente la esencia de lo que sucede en la mesa: juegos de miradas, conversaciones en voz queda. En definitiva, una paradoja: múltiples puntos de vista para conseguir una visión incompleta de la realidad.

En Le lien est rouge (2003-2004), en la misma línea de performances íntimas, se establece un vínculo de persona a persona, del que me gustaría remarcar las connotaciones de impureza y peligro en el contacto, de miedo y de deseo, una intensa tensión de carácter sexual y los frágiles pero poderosos vínculos establecidos entre personas, que se enredan, que se acercan o que huyen, unidas por los hilos rojos que dejan ir y recuperan desde sus bocas.



Carlos Pina
Comisario independiente
director de eBent, festival internacional de performance de Barcelona (2003-2010)
febrero 2013


5 Mary Douglas, “Estilos de pensar”.