Maria Cosmes. Mientras cosíamos. S/T
         

 

Mientras cosíamos refleja muy bien la violencia soterrada que hay detrás de toda relación, siendo sin embargo una obra de una delicadeza extrema.

Al incluir los guantes como elemento central en estas performances, introduce un concepto de una fuerza extraordinaria, la representación física de la mano: elemento de humanización, de relación (visible por ejemplo, en el hecho de darse la mano o de cogerse de las manos), más cercano pero, a la vez, dotado de una ambigüedad tanto o más fuerte que las cuerdas que anteriormente utilizaba. Las manos son las herramientas humanas por excelencia, que permiten el ser humano crear, pero también son instrumentos de defensa o agresión.

El paso de las cuerdas a los guantes equivale a la transición de unas relaciones abstractas a unas más concretas, físicas, a escala humana. Es, pues, un acercamiento diferente a este complejo mundo, más sensorial, en el cual los asistentes pueden tocarse, yendo un paso más allá de la representación de las relaciones al obligar a los participantes a un contacto directo, que en nuestra sociedad no siempre es cómodo.

Pero no sólo hay un componente relacional en los guantes. Son contenedores y a la vez protectores, aíslan el contacto directo de la piel; están construidos por el hombre y remarcan nuestra forma. Así se introduce una humanización, una personalización, sin abandonar la infinidad de las evocaciones posibles, conceptual y plásticamente. Los guantes, además de elementos de unión, constituyen un factor de separación.

En su performance Mientras cosíamos (2006-2007), forma un círculo con seis voluntarios y les pone unos guantes de goma de cocina de color rosa. Poco a poco va cosiendo los guantes entre todos ellos, incluida los suyos, ya que también forma parte de la acción. Con los hilos y los guantes teje una compleja trama de las uniones y relaciones posibles entre las personas. Finalmente acaba ligando con hilos los guantes a las sillas, mientras los participantes se van retirando. De este modo, al final de la performance queda una estructura formada por los guantes entrelazados a la altura de las manos de los participantes, llenando el vacío que han dejado y que permanece todavía después de acabar la acción.

En Sin título (2006-2007), performance que debe entenderse como continuación o complemento de la anterior, los hilos para unir a los participantes con los guantes son sustituidos por largos clavos, en la cual se dispone a los participantes en posiciones más o menos incómodas, clavados a la pared, formando una cadena humana a la que ella se suma al final con su propio guante, quedando unidos todos ellos. Es una unión de una apariencia violenta, pero muy delicada en su ejecución. La acción acaba cuando los participantes salen finalmente por su propia voluntad de los guantes. Aquí aparece de nuevo un elemento de azar: si salen con brusquedad, arrancan los guantes de la pared, si se los sacan con cuidado, permanecen clavados a guisa de instalación, trazando una línea de puntos imaginaria que marca el recorrido de unión entre todos ellos.

Aparece aquí un nuevo elemento, que va más allá de la creación de un espacio efímero mientras sus acciones tienen lugar, para crear un espacio físico duradero como resultado de la acción, una metáfora física tangible del proceso conceptual de la realización de la performance, que da a la acción una segunda vida permanente en el tiempo, más allá de la memoria de los participantes. No se trata, sin embargo, de restos de acción, sino de obras independientes, derivadas del tiempo y del espacio paralelos que crea la performance.

En esta acción, como en gran parte de su trabajo, Maria Cosmes pone de relieve la violencia que hay detrás de toda relación: la que comporta el hecho de acercarse a los otros y la que presupone permitir que estos se acerquen. Violencia sorda, contenida, no verbalizada ni explicitada, que ella trata, sin embargo, con un cuidado exquisito. Muchos de los elementos en sus acciones son aparentemente violentos, pero detrás de ese aspecto se encuentra siempre la voluntad de cuidar a los participantes.

La serie de performances con guantes tuvo una segunda vida cuando las adaptó para realizar actividades educativas para niños, consiguiendo siempre unos resultados muy interesantes, especialmente con respecto a la reflexión por parte de los niños del concepto de relación y vida en común a través del juego.

Mientras que las performance anteriormente citadas involucran generalmente a varias personas, las que agrupo en Entre dos están planteadas para ser realizadas por la performer y una persona voluntaria, estableciéndose una relación de intimidad adicional que refuerza, en ocasiones, la incomodidad y violencia que culturalmente nos provoca el trato cara a cara con desconocidos.



Carlos Pina
Comisario independiente
director de eBent, festival internacional de performance de Barcelona (2003-2010)
febrero 2013